Marinaleda, la concreta normalidad de la utopía

Marinaleda, la concreta normalidad de la utopía

El sol brilla a lo largo del camino arbolado, las calles del pueblo están vacías, desiertas en esta perezosa y soporífera  tarde de lunes de abril. Hemos dejado atrás la chispeante y colorida Sevilla, algo más de 80km de autopista y una treintena de colinas, verdes, como es el trigo en esta época, y hemos entrado en Marinaleda, un pequeño pueblo de 2.700 habitantes en la provincia de Sevilla, la capital de la comunidad autónoma de Andalucía. Las casas son casi todas blancas y dispuestas en una cuesta en ligera subida en la cuenca del Genil. La cuenca está recubierta literalmente de olivos hasta donde la vista alcanza, olivos de los cuales se produce “el mejor aceite del mundo”, como dice modestamente una de las más grandes fábricas de aceite de la zona. Nosotros, sin embargo, no estamos en Marinaleda por sus verdes olivos sino para ver con nuestros propios ojos un pueblecito del campo andaluz del que se han escrito tantos artículos incluso en periódicos internacionales.

Normalmente los artículos presentan a Marinaleda como un lugar utópico, donde la junta y la población han tomado decisiones “socialistas”, “comunistas”, donde el paro no existe, todos ganan el mismo sueldo, todos tienen acceso a los servicios y la casa te la da el Ayuntamiento. Esto es en parte cierto y a menudo lo que se lee sobre Marinaleda es aproximado y superficial. Algunos artículos incluso publican fotos que ni siquiera son de Marinaleda sino de otros pueblos de la zona.

En 1975 muere el dictador español Franco, en 1976 se legalizan los sindicatos y, en la zona de Marinaleda, un profesor de Instituto, Juan Manuel Sánchez Gordillo, dos sacerdotes, Diamantino García y Esteban Tabares, junto a algunos activistas sensibilizados por las condiciones de vida de los jornaleros agrícolas, forman el SOC – Sindicato Obrero del Campo, que después se convirtió en SAT – Sindicato Andaluz de Trabajadores en 2007. En 1979 en las primeras elecciones democráticas con la nueva Constitución, los sindicalistas del SOC forman un partido político llamado Colectivo de Unidad de los Trabajadores que se presenta para gobernar Marinaleda, que en aquel entonces tenía 2.300 habitantes, la mayor parte jornaleros agrícolas sin tierra, y gana las elecciones. Desde entonces Marinaleda ha tenido siempre el mismo alcalde, que el 24 de mayo de este año se presentará por décima vez. ALTERRATIVE se ha entrevistado con la actual teniente de alcalde, Esperanza Saavedra, nacida exactamente en 1979 y Saul, de 29 años, técnico informático y músico de Marinaleda. Esperanza, de 36 años, madre y maestra de Infantil, nos acoge en el despacho del alcalde donde se enarbola la bandera española republicana. Con su mirada despierta, luminosa y firme nos cuenta la historia de Marinaleda, que ella define: “un experimento humano, con nuestras virtudes y defectos” y que etiqueta a la propia comunidad sobre todo como “anticapitalista” pero también, en ciertos aspectos: “comunista, anárquica, socialista y cristiana”.

No siempre hay trabajo para todos, todos los días y durante todo el año, parte de la solución es trabajar menos pero trabajar todos, gestionando en manera colectiva el trabajo y los turnos. La crisis económica iniciada en 2008 ha afectado también a Marinaleda, pero si en los alrededores la situación ha puesto a los trabajadores en competición unos contra otros dejando al 50% de los jóvenes sin trabajo, en Marinaleda, la crisis significa sólo que se trabaja un poco menos pero trabajan todos. Tras el estallido de la crisis en el sector de la construcción, sobre la que estaba fundada el etéreo e insostenible desarrollo prometido por el partido socialista de Zapatero (PSOE), muchos jóvenes sin estudios, con títulos de estudios y capacidad técnica que ganaban hasta 2.000 euros al mes trabajando de albañiles en la Costa del Sol, se vieron obligados a buscar trabajo en el campo. Ahora ganan como todos , 47 euros por cada día trabajado, como Saul, técnico informático cualificado y con una licenciatura obtenida estudiando fuera de Marinaleda, quien gana, al día, lo mismo que un jornalero agrícola. La diferencia es que un jornalero fuera de la temporada no trabaja mientras que él trabaja siempre de lunes a viernes todo el año. Esperanza nos explica cómo se eligen las cosechas que plantar de manera que se cree trabajo, por lo tanto se eligen aquellas que necesiten mucha mano de obra como pimientos, habas, alcachofas y las aceitunas.

El motor económico de Marinaleda es la cooperativa agrícola “El Humar” fundada después de haber obtenido con la ocupación y una larga negociación con el gobierno, 1.200 hectáreas que eran parte de un latifundio perteneciente al Duque del Infantado. La tierra para quien la trabaja, un objetivo conseguido conjuntamente por hombres y mujeres. Las mujeres siempre han sido partícipes en las luchas de Marinaleda, Esperanza dice que si se moviliza la mujer se moviliza la familia entera, incluso los hijos y las hijas. Dice que el desarrollo de Marinaleda ha cambiado mucho las condiciones de las mujeres, ahora muchas trabajan, tienen el carnet de conducir para llegar a los campos y sus hombres se han visto obligados a dar una mano en las tareas de casa, algo impensable hace 30 años.

Otro aspecto de la administración pública de Marinaleda es hacer en modo que vivir en el pueblo cueste poco: guarderías a 2 euros al mes, piscina a 5 euros al año, muchas infraestructuras para el deporte y entretenimiento cultural gratuitas. Marinaleda, según los críticos, se beneficia de tantas subvenciones de la comunidad andaluza, del estado español y de la Unión Europea, esto puede ser verdad o no (Esperanza asegura que Marinaleda recibe un 6% menos de las financiaciones recibidas por los ayuntamientos andaluces) pero hay que tener en consideración que para obtener financiaciones hay que tener una administración local fuerte, seria, acreditada pero sobre todo honesta y transparente, aparentemente la administración del CUT guiada por Gordillo lo es, y esto suscita la envidia de muchos ayuntamientos españoles.

Marinaleda se define como una utopía hacia la paz pero en la vida cotidiana Marinaleda no es una utopía, es simplemente un ejemplo de política seria, o sea, pensar en lo colectivo antes que en los propios intereses personales, tanto Esperanza como Saul coinciden en decir que no todos los habitantes están siempre contentos con todas las decisiones, pero se decide juntos, por mayoría. Casi siempre alguien no está de acuerdo pero es el precio a pagar para que el pueblo funcione y prospere. Los datos hablan claro: +400 residentes en 35 años, una excelente señal para un pequeño pueblo rural de una de las zonas más pobres de uno de los países más golpeados por la crisis económica de los últimos años.

Marinaleda no se deja atrapar por los efectos de la crisis, también aquí hay competencia con los trabajadores de la Europa del Este y del norte de Africa pero, como dice Esperanza: “hay que entender que el verdadero enemigo es quien explota, quien no respeta los derechos y mínimos salariales, no quien es explotado porque está desesperado y sin documentos”.

Esperanza añade que los éxitos de Marinaleda han sido más simples gracias a la relativa homogeneidad del tejido social, el 90% de la población activa son jornaleros agrícolas. El CUT gobierna también otros pueblos pero como son menos homogéneos las luchas y reivindicaciones de cada grupo de interés han hecho más complicado obtener resultados similares.

En Marinaleda son conscientes de ser un ejemplo incómodo del hecho que se pueden tomar decisiones por el bien de la colectividad, por el bien público, son conscientes que esto molesta y que es un peligroso ejemplo para el capitalismo neoliberal, individualista y basado en la obtención del provecho y el interés privado. A pesar de esto, Saul, no es muy optimista, dice que a  los jóvenes, los adolescentes y los veinteañeros les cuesta trabajar gratis, de manera desinteresada y solidaria. También por esto, cada año, durante la Semana Santa, en Marinaleda se realiza la Semana Cultural por la Paz, una iniciativa alternativa a las celebraciones religiosas tan sentidas en Andalucía, una semana para hablar de paz, solidaridad y justicia.

Tres días de visita no bastan para entender Marinaleda y nos quedan muchas preguntas, muchas dudas pero hemos encontrado una realidad mucho más normal, concreta y simple de lo que esperábamos después de haber leído los artículos sobre Marinaleda publicados por periódicos y sitos internacionales. Como sintetiza perfectamente Saul: “Lo que estamos haciendo aquí no es una locura. Son cosas normales que, queriendo, se pueden hacer en cualquier sitio, con la condición de que el dinero y el provecho no sean el principio inspirador de las cosas que se hagan y la gente se dé cuenta que no es el dinero lo que necesitamos para ser felices y vivir bien. Simplemente hay que ser más humildes, adecuarse a lo que se tiene y luchar por los propios derechos, ser firmes en las propias convicciones y defenderlas. Al final, si tú no las defiendes nadie las defenderá por ti, así se han obtenido aquí las cosas, así se pueden hacer en cualquier sitio”.

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