Mujeres nuevas

Mujeres nuevas

De la gran ciudad de Ciudad de Méjico, nuestro viaje prosigue hacia la tierra Maya: atravesamos el estado de Quintana Roo en Yucatán y llegamos a San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, entre las montañas de Sierra Madre. En esta parte del viaje tendremos compañeros como Roberto y Betty del Colectivo Lajkin que  nos acompañarán en el descubrimiento de la bellísima y complicada Chiapas y que nos enseñarán la realidad y personas que llevaremos con nosotros el resto del viaje y más allá.

Una de las primeras personas que conocemos es María. María llegó hace algunos años al hogar comunitario de Yach’il Antzetic para pedir cobijo. Al inicio el hogar era una casa donde madres demasiado jóvenes y asustadas dejaban a sus recién nacidos para que alguien los cuidase. En 1996 nace formalmente la asociación Yach’il Antzetic gracias también a la voluntad de Luz María Ruiz García, hermana del Obispo Samuel Ruiz García, mediador durante el conflicto en Chiapas entre EZLN y el gobierno federal mejicano.

Yach’il Antzetic (que en lengua tzetzal significa “mujeres nuevas”) es un espacio auto gestionado que acoge a mujeres indígenas y mestizas, jóvenes madres que viven un embarazo no planificado y que han sufrido violencia, y acompaña a estas madres y a sus hijos en un camino de crecimiento íntegro continuo. El camino es un recorrido colectivo que permitirá  a las jóvenes mujeres alimentar juntos el amor y el respeto por la vida, retomar la vida en sus manos, mejorar la calidad de sus vidas, reinsertarse positivamente en la sociedad y transformar el ambiente en el que viven.

María nos explica el compromiso de Yach’il Antzetic en promover una cultura de los derechos y del respeto entre las personas en general, y de mujeres y niños en particular, una cultura no discriminatoria guiada por los valores de solidaridad que permita el desarrollo libre y consciente de las personas, con el objetivo de contribuir a la creación de una sociedad no violenta y solidaria.

Las mujeres son el punto de apoyo de la asociación. María nos dice que muchas chicas, muy jóvenes, incluso de 14 años, llegan a Yach’il Antzetic porque han sufrido un embarazo no planificado, a menudo consecuencia de violencias sexuales perpetradas, muchas veces, por familiares. Solas, sin ninguna red de apoyo, desde las comunidades rurales llegan a la asociación inicialmente con la idea de interrumpir el embarazo o de dar a su hijo en adopción. Pero después algo cambia. Así empieza el delicado trabajo de Yach’il Antzetic, que acoge a estas mujeres y les presenta un mundo completamente nuevo: el suyo. Las jóvenes aprenden a conocer su propio cuerpo y sus propios sentimientos, a desarrollar una mayor auto conciencia de sus propias emociones, a explorar el propio yo y la relación con su hijo. Se trata de un recorrido completamente global que al mismo tiempo permite a las chicas de desarrollar competencias y habilidades, que transforma a las mujeres en mujeres nuevas, sujetos de derechos y capaces de tomar decisiones propias de manera consciente.

Escuchamos con atención a María que nos explica y nos muestra las diferentes actividades que componen el camino de concienciación: desde la realización de artesanado, a las actividades de auto financiación, de la vida comunitaria al parto humanizado. La asociación, y en este caso María (que es partera, o sea obstétrica), siguen a las jóvenes embarazadas para que vivan un parto en las mejores condiciones emocionales y de salud. En este proceso se reconocen como personas, capaces de tomar autónomamente sus propias decisiones. Respetando la cultura y las tradiciones de las mujeres indígenas y mestizas, a través de la práctica de la obstetricia, de la fitoterapia, el estudio de su sexualidad, las mujeres mejoran su propia autoestima y reelaboran su identidad de género, mejorando también el conocimiento sobre las curas sanitarias, la alimentación, los derechos sexuales y la salud reproductiva. Las mujeres que sin embargo eligen la adopción, viven espacios de profunda reflexión sobre sus derechos, los derechos de los menores y la familia adoptiva, que va acompañada durante todo el proceso de inserción del neonato en el interno de un núcleo familiar.

María nos explica como a través del proceso de autoestima y el parto humanizado ha disminuido con los años el número de adopciones y de partos cesáreos. También nos cuenta la discriminación de los indígenas en el sistema sanitario federal y del aumento en la práctica de cesáreas incluso cuando no es necesario, promovido por doctores que, siguiendo una operación quirúrgica, reciben más financiación de parte del estado.

La asociación realiza actividades también fuera de los muros del centro de acogida, con iniciativas de formación, educación popular y sensibilización en las comunidades y escuelas sobre los derechos de las mujeres, igualdad de género, comunicación no violenta, sexualidad y salud reproductiva. Raptos, estupros, golpes, son considerados como hechos casi normales en la sociedad mejicana, violencias por parte de padres, hermanos, amigos: en el país 6 de cada 10 mujeres han sufrido alguna forma de violencia y las estadísticas registran una media de 6 mujeres asesinadas al día.

Yach’il Antzetic ha empezado hace poco a trabajar con las parejas: María dice que, normalmente, encuentran al principio un poco de resistencia por parte de los hombres, pero después de algunos encuentros, casi todos se abren y están dispuestos a poner en entredicho las ideas de género y de derechos con las cuales han crecido. Por el momento trabajan con 6 parejas pero esperan recibir cada vez más adhesiones. Un proceso lento, por boca a boca, así llegan las muchachas de los campos que rodean San Cristóbal de las Casas.

Un proceso que se vuelve más lento y complicado a raíz de la reciente reducción de la financiación de la que gozaba el centro hasta hace dos años. El recorte de los fondos ha llevado a la reducción del equipo  y  la reducción de los tiempos en el proceso de concienciación de las parturientas, que en vez de 3 meses ahora es de 1 mes, 15 días antes y 15 días después del parto.

María y las otras chicas de la organización se turnan para tener el centro abierto las 24 horas, para poder recibir a  las jóvenes que llegan después de horas  de camino en busca de acogida. Muchas chicas, después del parto, eligen no volver a sus comunidades y quedarse en la ciudad y entonces Yach’il Antzetic las asiste en la búsqueda de un trabajo y de un lugar seguro donde poder seguir viviendo su vida de mujeres nuevas.

Es increíble oír las historias de las jóvenes que después de haber vivido momentos extremadamente dolorosos y difíciles, han conseguido encontrarse a sí mismas, definir su camino, florecer de nuevo dejando que lo bello entre en su corazón y en el corazón de sus hijos, que encuentran la alegría y la fuerza extraordinaria para ayudar a otras mujeres que,  como ellas, quieren convertirse en mujeres nuevas. Gracias María.

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