Los apartamentos verdes de OINCO

Los apartamentos verdes de OINCO

Es domingo por la mañana y es nuestro último día en Cochabamba. Preparamos las mochilas y en la calle principal en la esquina de nuestro hostal, esperamos que Oscar nos recoja en el coche. Hace sol y el tráfico discurre con pereza por las calles del centro. Pocas vueltas y llegamos a un aparcamiento, detrás de la estación de autobuses de la ciudad, donde hay un constante ir y venir de personas y una cancela que se abre y se cierra repetidamente. Esa cancela es la cancela de la Organización de los Inquilinos de Cochabamba (OINCO) y el flujo de personas es debido a la preparación del encuentro de los miembros de la organización con el gobernador. Hay un clima de fiesta pero en el que se percibe la inquietud de quien lleva esperando muchos años que su proyecto se convierta en realidad. Participamos con curiosidad en el evento y mientras bebemos un dulcísimo mocochinchi1 descubrimos la singular historia de este grupo de ciudadanos y ciudadanas que han decidido organizarse en comunidades.

María nos llena el plato con la exquisita comida que han cocinado para la ocasión y nos explica cómo hace 8 años, de la voluntad de de las comunidades de 5 zonas urbanas y periurbanas de Cochabamba, nace OINCO. “Hoy nos reunimos con el gobernador porque queremos asegurarnos que nuestro proyecto siga adelante y sean asignados los lotes de terreno donde construir nuestros apartamentos verdes”.

El proyecto de OINCO afronta el problema de lo que en Bolivia y en otros países de América Latina llaman el inquilinato, es decir, residencias colectivas en donde varias familias comparten una casa, normalmente una por habitación, dividiéndose los servicios higiénicos y el agua. Un problema nacional, que afecta aproximadamente al 55% de la población boliviana. La ley sobre el inquilinato no tutela a las familias que a menudo sufren la prepotencia de los propietarios de casas que suben los precios de la luz y el gas a discreción, que fijan alquileres mensuales de hasta 300 dólares por una sola habitación, que desahucian a familias si no pagan una cuota o se niegan a alquilar a parejas con hijos. Además, el problema de la especulación inmobiliaria y de la excesiva lotización de la tierra de las zonas urbanas ya se han ocupado lo que un tiempo fueron espacios comunes de agregación donde se sostenían actividades de encuentro y trabajo comunitario.

OINCO decide afrontar esta problemática proponiendo un proyecto alternativo de viviendas: la construcción de apartamentos “verdes”. En la ciudad, hombres y mujeres han perdido su relación con la naturaleza que puede ser reconstruida con la promoción de huertos de barrio, de actividades de reciclaje y reutilización de materiales y la gestión de sistemas de fitodepuración 2. OINCO propone una definición de “casa digna” que prevé no sólo  la construcción de infraestructuras adecuadas y seguras sino también y sobre todo la presencia de condiciones que garanticen una vida plena, libre y feliz. Casas donde no hay violencia, se tienen buenas relaciones con los vecinos y con la comunidad, una relación viva con la naturaleza, donde se puede disfrutar de la propia intimidad. OINCO pone en la base el concepto de propiedad comunitaria de la tierra para que se puedan evitar especulaciones y excesivas lotizaciones. De aquí nace la iniciativa “Huertos en mi comunidad” con el objetivo de prepararse como comunidad al desafío de la agricultura urbana. María nos dice que han sido muchas las marchas y manifestaciones para obtener un pedazo de tierra para iniciar un huerto urbano. “Desde la laguna Alalay hemos desfilado por las calles hasta ocupar siete bloques hasta que el gobernador nos ha oído y ha aceptado donarnos un espacio donde poder iniciar nuestro experimento y hacer mucha práctica con la agricultura biológica”. OINCO ha obtenido un terreno de 1000 m2 en medio de la ciudad y también en medio de montañas de chatarra, metales oxidados y viejos neumáticos abandonados desde hace años. Han sido necesarios muchos esfuerzos para transformar esa tierra dura y llena de guijarros en una tierra donde ahora crecen tomates, lechugas, cebollas, patatas, maíz y zanahorias. Los organizadores de OINCO han establecido en el tiempo una colaboración constructiva con las instituciones locales y otras realidades asociativas con el fin de obtener cursos de formación, laboratorios sobre la preparación de bio-pesticidas o sobre la realización de un sistema hidráulico para la irrigación, obteniendo así el soporte técnico que necesitaban. El huerto urbano de OINCO aloja hoy también a muchachos de la Universidad que, junto a la comunidad, experimentan nuevas técnicas de agricultura biológica. Nosotros conocemos a Lucía, que nos explica, por ejemplo, cómo los módulos verticales de cultivo, queridos por Aniceto, presidente de la organización, son módulos todavía poco conocidos en Bolivia y sobre los que se han escrito tesis doctorales. Las iniciativas de formación, las tentativas de experimentación y el proyecto de apartamentos agro-ecológicos han hecho que el huerto se convierta en la Escuela Popular OINCO. Sigue Lucía: “Los proyectos de las casas están en fase de diálogo y en pocos años las personas tendrán acceso a sus casas donde tendrán sus huertos para cultivar. La escuela popular nace con el propósito de formar a los futuros inquilinos a cultivar su propio alimento de manera natural. Las expectativas son muy elevadas, esperemos que todo sea posible. Es un experimento muy interesante, único en su género: los primeros apartamentos verdes”.

María nos dice que han hospedado a unos 20 estudiantes el año pasado y que donan parte de la cosecha a asilos y residencias para ancianos. Mientras paseamos por el huerto, María nos habla orgullosa de los éxitos de la organización pero sin escondernos el sufrimiento de los últimos años, de la sofocante habitación que comparte con sus 3 hijos y del miedo de ir a vivir a la calle de un día para otro. Con los ojos brillantes nos dice: “En estos 8 años, algunos han dejado la organización pero yo me quedo. He aprendido a ser valiente, a luchar, a no perder la esperanza, a creer que nuestro sueño se realizará, no puede faltar mucho. En estos 8 años he aprendido sobre todo a conocer la vida de las personas, a dar importancia a las cosas que a veces desde fuera no apreciamos de la vida de quien encontramos. Viniendo aquí, hablamos, nos escuchamos, nos ayudamos, nos abrazamos para darnos valor. He aprendido a ser más humana, porque un apretón de manos o una palmada en la espalda nos anima y nos empuja a ir adelante”.

El gobernador se ha marchado, también nosotros debemos coger nuestras mochilas y despedirnos, nuestro autobús parte dentro de pocas horas. Agradecemos a todos los miembros de OINCO: mujeres, hombres, adultos, niños, jóvenes, ancianos, familias enteras. Abrazamos fuerte a María. Mientras vamos a la estación, pensamos en sus palabras: 8 años, si, son largos pero en estos años un vertedero se ha convertido en una escuela popular de agricultura biológica, en donde el problema del inquilinato ha sido llevado a la palestra nacional y donde se está realizando un programa de viviendas alternativo que considera la casa un proyecto común de reapropiación de la tierra y de los espacios urbanos. Un proyecto que no quiere simplemente construir casas sino construir comunidades, juntos y desde abajo.

 

1 Bebida típica boliviana a base de agua, azúcar, canela y melocotones deshidratados.

2Sistemas de depuración natural de las aguas residuales domésticas, agrícolas y a veces industriales.

 

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